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jueves, 9 de agosto de 2012

Devastados (cuento)

Cuando las tinieblas se apoderaron de todo, únicamente quedó un sitio donde refugiarse. La casa al lado de la playa. La tormenta ya había pasado dejando todo devastado. Aunque la casa aún se erguía cómo si fuera imposible derrumbarla, a pesar de toda la destrucción que había alrededor. Dentro de la casa estaban los cuatro egos.
Mandy estaba apoyada  graciosamente al lado de uno de los ventanales, miraba al infinito, sin ver en realidad nada, con la mirada perdida en las estrellas. Su larga cabellera rubia acariciaba su espalda, mientras ella se recreaba en sus ensoñaciones. Siempre hermosa con su vestidito vaporoso, color coral.  Por otro lado Luccia, la otra chica, estaba sentada en los brazos un sillón blanco. Su vestido gótico, era negro, se ceñía a ella marcando su frágil y delgada figura. Éste, hacía juego con sus cabellos que enmarcaban la blancura de su rostro, únicamente ensuciado por el rimel que se había corrido por las lágrimas. Claud Laurant, el más joven, siempre rígido  y serio, permanecía de pie a su lado, vestía un traje elegante y frío color gris. Su expresión, al igual que su cuerpo estaban tensos y llevaba un libro en la mano. A veces parecía que lo estaba leyendo, pero a pesar de que estaba mirándolo fijamente no había leído una sola palabra. En el centro de la sala,  Eduardo  estaba desparramado en un sofá, comiendo  frituras de un plato hondo. Sus enormes músculos, quedaban disimulados bajo su camisa era color lila. Los pantalones eran negros, no llevaba corbata y la chaqueta estaba colgada en el respaldo de una de las sillas.
Todos lo sentían, aunque cada uno a su manera; había terminado una era y ahora las cartas estaban echadas, la suerte se había decantado y el futuro se hacía presente en esa elegante estancia de  grandes ventanales redondeados y muebles modernos, majestuosos.
Luccia lloraba, no podía evitarlo, era su naturaleza, casi siempre era presa de la melancolía. Ocultaba su cara de los demás, pero todos sabían que ella lloraba. Claud no quería mirarla, porque le recordaba el dolor que también era suyo. Por eso, de alguna manera reprobaba su actitud. Eduardo seguía mordiendo sus golosinas ansiosamente. Estaba  casi recostado en el cómodo sillón, ya le había dicho un par de palabras de aliento a Lucy, por ser la más sensible. Pero de todos modos, los cuatro, estaban en la misma situación, por lo tanto, llorar  y lamentarse, no servía de nada. Cada uno lo sufría a su manera. Mandy se evadía en su mundo, miraba por la ventana a las estrellas que se reflejaban en sus hermosos ojos. Eduardo comía apresuradamente, cómo si en el comer estuviera la solución a sus problemas y Claude fingía leer mientras le daba vueltas en su cabeza a la situación.
—¿Y bien? ¿a dónde vamos ahora?— Pregunto Claude, rompiendo el silencio. Él era el más racional de los cuatro.
—¿Importa? preguntó  Mandy, vagamente, sin volter a verlo, mirando al infinito y a los cientos de estrellas que se asomaban por la ventana.
—Por supuesto que importa necesitamos estar bien, necesitamos tener un plan.
—Estamos bien— dijo Eduardo
—No, no estamos bien— dijo Lucy —y Mandy menos que nadie. —sollozó.
—Sí, puede ser—replicó la rubia— pero estoy resignada y además hay siempre esperanza.
— Es verdad, no es el fin del mundo— dijo Eduardo y se llevó otra fritura a la boca.
—No, pero sí que algo ha muerto y necesitamos retomar­— dijo Claud muy serio— ¿Lucy llorarás toda la noche? —le reprochó a la que estaba sentada a su lado que no paraba de sollozar en silencio.
—No— Respondió ella, pero las lágrimas aún resbalaban por sus blancas mejillas.
—Por favor no llores—dijo Claud turbado.
—No puedo evitarlo, me siento muy desamparada, he perdido toda la esperanza. El hechizo…
—El hechizo no se ha roto aún—dijo él tajante—todos lo sabemos, no sabemos cómo romperlo, ni siquiera  sabemos si algún día lo romperemos.
—No, pero pareciera como si ya todo estuviera perdido­—dijo Lucy sollozando
—Pero no lo está— dijo Mandy por primera vez mirando a los demás­— nos tenemos a nosotros y aún podemos crear, aún podemos fluir.
—¿Hacia dónde?—Preguntó Lucy con una nota de desesperación.
—No lo sé— respondió Claud derrotado. Dejándose caer al lado de ella en el mismo sillón
—No Claude, tú tienes que ser fuerte, todos necesitamos estar fuertes—dijo Mandy
—Además, lo único que no tenemos es reconocimiento— dijo Edi
—Ni libertad­—dijo Mandy
—La libertad es relativa—dijo Claud  con soberbia
—¿Y el reconocimiento?—Preguntó Mandy
Claud se quedó callado por un momento y luego continuó—Necesitamos seguir, pero no está claro por dónde.
—Si, pero además estamos cansados  y hartos de que no suceda nada— dijo Mandy— Es siempre la misma historia yo ya me cansé de luchar contra todo. Si esto es lo que fluye quedémonos aquí.
—Bien sabes que en cualquier momento, si te acomodas, las cosas pueden cambiar. —dijo Claude llevándose las manos a la cabeza—Es parte del hechizo, lo sabemos todos.
—Si, pero tampoco podemos hacer nada ¿verdad? —le replicó la rubia
Luccia lloraba otra vez.
—Lucy, por favor— dijo Claude disgustado.
—No, no me pidas que lo deje, —dijo ella histérica, levantándose del brazo del sillón  donde estaba sentada—somos títeres del destino, la vida juega con nosotros, cómo se le da la gana. Y tú me pides que deje de llorar.
—Estoy tratando de ser realista —dijo él con voz un poco más dulce para que se  tranquilizara.
—Pues estás siendo pesimista — dijo Mandy abrazando a Lucy, que era la más sensible.
—Vamos, chicas, no quise…
—Claude tú siempre nos lastimas— dijo Lucy entre sollozos.
—Pero es que no ven la realidad. —Se defendió él
—Si la vemos pero nos gustaría ser felices —dijo Mandy con la mirada encendida y actitud de reproche.
—¿Cuándo va a terminar todo esto?—dijo Eduardo dejando el plato vació sobre la mesa.
—No lo sé pero si nos peleamos no lograremos nada— lo miró Lucy aún con lagrimas en los ojos.
—Claude— dijo Mandy acercándose a él y tomando su mano—todos te queremos, y todos queremos salir de esta, pero hasta ahora no hemos llegado a nada, quizás tendríamos que cambiar la estrategia y dejar de luchar.
El corazón de Luccia se paralizó al oír estas palabras, dejó de llorar y por un momento se pasmaron todos.
—¿Rendirnos?—preguntó Claude indignado
—No es rendirnos, es aprovechar lo que si fluye para ver a donde nos lleva. —dijo la rubia.
—¿Y si nos lleva a la perdición?
—Ya estamos perdidos cariño ¿qué más  podemos hacer? —dijo Mandy con ternura, mirándolo a los ojos cariñosamente.
—No lo sé, pero es que rendirse me suena tan… cómo algo muy difícil y cobarde. Al menos si luchamos, morimos intentándolo.
—Pero ya hemos luchado y no conseguimos nada, ni siquiera morimos y estamos aquí agonizando. — dijo Lucy desesperada
—Quizás no lo hemos hecho bien, quizás habría que intentar nuevas estrategias. —dijo el chico paseando de un lado a otro de la sala sin poderse quedar quieto, con ansiedad.
—Claude— dijo Mandy deteniéndolo con cariño—bien sabes que hemos hecho todo lo que hemos podido, no seas tan duro con nosotros. El hechizo y la energía no nos favorecen. Hasta tu sabes que eso es verdad.
—Lo sé, —dijo él desesperado— no lo comprendo, pero en algún punto sé que lo que dices es verdad. ¿Pero a dónde crees que nos llevará la resignación?
—Al menos si no nos lleva a nada evitaremos el desgaste.
—Sufriremos igual, el tiempo pasa y nunca perdona yo preferiría morir luchando.
—¿Contra qué? — le preguntó Mandy
—¿Contra el tiempo? —  le preguntó Eduardo
—¿Contra nosotros? — le preguntó Lucy
—Si aceptáramos el fracaso y nos rindiéramos ¿que quedaría de nosotros? — dijo Claude desesperado soltando su mano de la de Mandy.
—Y si lo enfocáramos de otra manera.— dijo Mandy retomando  su mano— No podemos triunfar cómo nos gustaría y no tenemos el permiso total de hacerlo. El hechizo es muy poderoso y no hemos sido capaces de vencerlo hasta ahora.
—Pero ¿si hiciéramos lo que queremos a pesar del hechizo? —Dijo Eduardo
—¿Sin reconocimiento?, ¿sin permiso? —Pregunto Claude indignado
—Si, exacto—replicó la rubia
—Entonces ganaría ella— dijo él enojado refiriéndose a la hechicera que los había sumido en el hechizo que los atormentaba.
—No, ella ya perdió. Ya nos perdió— dijo Mandy, todo su cuerpo se erizó al decirlo.
—Pero el hechizo continúa— dijo Lucy su cuerpo también vibraba con estas palabras.
—Puede ser, pero creo, que en eso estamos de acuerdo, hemos logrado desterrar a la hechicera de nuestras vidas. Sus palabras ya no nos pueden hacer daño. —dijo Mandy mirando a los demás, cómo tratando de convencerlos o tal vez convencerse a sí misma.
—Pero seguimos hablando de ella, seguimos pensando en ella y continúa estando presente de más de una manera. Su hechizo sigue estando presente. —dijo Lucy, que quería volver a llorar, pero se contenía por los demás. Sobre todo Por Claude que era el más duro.
—Pero ella ya no está, y si sigue estando presente, eso sí que es algo que deberíamos de hacer, limpiar este lugar de su presencia. Sacarla su esencia de aquí hasta que nunca más volvamos a hablar de ella. —Mandy hablaba con pasión, estaba intentado mantener alto el espíritu porque no podía permitir que la esperanza también muriera con todo lo que ya se había desvanecido en su mundo.
—Pero nunca estará del todo fuera si su hechizo nos sigue afectando.—dijo Lucy
—Volvemos a lo mismo.—dijo Claude que cada vez se veía más desesperado— Aunque ella dejara de existir si su hechizo sigue en nosotros, seguiremos afectados.
—Sí, pero no creo que vuelva, —dijo Mandy— el hechizo que le pusimos nosotros, no la dejará volver.
—¿Estás segura de que fuimos nosotros? —dudó Claude que era el que menos confiaba en la magia.
—Tenemos que confiar en nuestro poder. —le respondió ella.
—¿Qué me dices del brujo? —Preguntó él, ambiguo.
—No lo sé, creo que es tan poderoso como ella, pero pareciera cómo que no le importamos,  el hechizo que hicimos lo incluye y haremos otro para liberarnos de su poder, si es que nos está afectando sin darnos cuenta, al igual que ella. Tengo la intuición de que el brujo por muy distante que parezca de todo esto, también nos está perjudicando, aunque en principio no sea tan evidente cómo la bruja.
—Entonces no nos vamos a rendir. Lo del brujo sigue en pie. —dijo Claude abrazando con alegría a la rubia.
—Si, por supuesto— dijo ella sorprendida.
—¿Tú qué dices Lucy? —preguntó Claude con seriedad
—Sí, creo que tenemos que hacer ese hechizo, pero tenemos que esperar y ver la mejor manera de hacerlo y que la luna y la corriente lo favorezcan.
—¿ Y tu Edi?
—Sí, —replicó el chico— creo que nos beneficiaría a todos, y no hay que perder la esperanza, tal vez este nuevo hechizo, podría romper una parte del maleficio que nos pesa.
—Tal vez—dijo Claude con un poco de esperanza en la voz. —¿Qué, es lo único seguro que tenemos? —preguntó a los demás.
—Que vamos a seguir, que no vamos a ir en contra de la corriente y que intentaremos protegernos de los hechiceros. —enumeró Mandy.
—¡No! —Protestó Lucy— también intentaremos desbloquear la música.
—¿Y si no funciona? —Dijo Claude con pesimismo
—Funcionará— dijo Mandy
—¿Cómo lo sabes?— dijo Lucy
—Tiene que funcionar.
—Sabes que si no funciona caeremos— dijo Lucy
—Si pero no se puede vivir con miedo. Claude quiere morir luchando y tú vas a sufrir de todas maneras. —dijo Mandy con energía.
—Todos vamos a sufrir— dijo Lucy
—Si— asintió Eduardo—Pero Mandy tiene razón, — continuó— hay que tratar de fluir, ir por dónde nos favorezca la energía.
—¿Y si no nos favorece en ese aspecto? Pregunto Luccia
—Al menos lo habremos intentado— le contestó el
—Seremos más fuertes si vamos todos hacia algo en común, por pequeño que sea— dijo Claude
—Si, es verdad— dijo Mandy poniéndose de su lado
—Lo sé— dijo Edi
—Entonces no nos estamos rindiendo— dijo Claude con esperanza. Para él era muy importante mantenerla.
—No, pero trataremos de ir por donde favorezca la energía— dijo Mandy
—¿Y si nos deja de favorecer?— Preguntó Lucy
—Buscaremos el sitio por el que nos favorezca, dejaremos de luchar contra corriente y trataremos te aprovechar la corriente—dijo Eduardo mirando fijamente a Luccia.
—Pero sí que tenemos que dejar ir a los hechiceros. Todo esto nos ha marcado y tenemos que superarlo.—dijo Mandy que había sido la más afectada por ellos. Necesitamos perdonar y olvida dejar de ver al pasado y comenzar a ver el futuro.
—No sé porque pero no sé si algún día eso será posible— dijo Claude
—No seas negativo,
—No, no lo estoy siendo—Dijo Claude exaltado—¡escuchen! hay algo en los dos hechiceros que nos aprisiona y eso mismo puede ser nuestra liberación.
—Lo se —dijo Mandy
—Si, lo siento—dijo Lucy
—Yo también — Dijo Edi 
Todos sabían que esto era cierto, y dentro sabían que nunca por más que quisieran podrían desterrar a los dos hechiceros, porque había todavía cosas por descubrir y lecciones que aprender. Aunque de momento habían hecho bien en protegerse de ellos.
—Deberíamos cabalgar— dijo Edi con la mirada encendida mirando a Mandy que empezaba a dudar y a apagase la pasión con la que había hablado antes.
—Pero se  intuye otra tormenta esta noche— refutó Lucy
—Yo quiero cabalgar— dijo Mandy con un suspiro—Además, necesitamos despejarnos.
—¿Cuándo nos ha parado una tormenta? — dijo Claude con ironía.
—Vamos— dijo Lucy decidida.
Cogieron sus respectivas capas colgadas a la entrada y los cuatro corrieron por sus caballos, cómo niños que salen al patio a jugar.
El corcel de Lucy era una yegua negra, el de Eduardo era del mismo color aunque era macho y se veía más grande y salvaje. El de Mandy, también era macho pero era de color blanco, muy puro. Por último el de Claude era una yegua dorada pura sangre que sin duda era la más veloz. Echaron a galopar juntos, en medio de la noche y del terreno devastado. Con una mirada se lo decían todo, cómo si los cuatro jinetes estuvieran conectados unos con otros. Se conocían tan bien, que estaban completamente mimetizados unos con otros. Eran uno solo, entre todos, caballos y jinetes. A la luz de la luna menguante, recorrieron el bosque atravesando ríos y terrenos accidentados. Tenían toda la noche por delante y una vida para lograr sus objetivos.

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