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lunes, 21 de mayo de 2012

Psicomagia Día 8

Había ya pasado una semana y aún no tenía el dichoso bate. De la tienda no me habían llamado y si no lo hacía ahora, no lo haría nunca. Además la situación era favorable en ese momento porque la casa estaba vacía. Mi compañero se había ido de viaje y no volvería hasta dentro de una semana. Pero no podía esperar una semana más porque además había cosas que hacer después del ritual, por llamarle de alguna manera. Hice lo que debí de haber hecho desde el principio. Llamé a la tienda y la chica me dijo que no tenía ni idea de que le estaba hablando y que el intertiendas que me había dicho el chico que harían, era una transacción que no solían hacer y que no era probable hacerlo. Que tendría que ir a cualquiera de las tiendas dónde sí lo tenían o esperar a que lo trajeran del almacén que se tardaría una semana más en traerlo.
Llamé a otra tienda que me quedaba más lejos y que además tenía que andar bastante. Pero bueno por algo se llamaba psicomagia. Me decidí, averigüé la mejor ruta, fui a la tienda y encontré el bate indicado. A la hora de pagar el cajero se equivocó y me quería cobrar menos por el bate. Tal vez en otra ocasión, no lo habría corregido, porque el importe era a mi favor y además estaba ansiosa y ya me quería ir. Pero quería hacerlo bien y si quería que esto funcionara, tenía que pagar lo correcto . Por lo tanto le dije que ese no era el precio. Se tardó un buen rato en averiguar el código porque no iba el lector de barras pero al final pude pagarlo. Lo envolví porque me daba bastante reparo ir por la vida cargando un bate. Primero volví a casa y dejé el bate y después fui a comprar las sandías. Las más grandes que encontré. El vendedor era un hombre extranjero. Le pagué con un billete que tenía un pequeño corte. Me pidió que se lo cambiara. Normalmente no lo habría hecho. Pero cómo casualmente tenía otro que estaba sin rupturas y estaba dispuesta a hacer las cosas bien, se lo cambié. No sabía si todos los obstáculos que estaba superando servirían de algo. Pero valía la pena averiguarlo.
Llegué a casa y la arregle cómo si vinieran en verdad mis padres. Hice las camas y aspiré el piso. Lavé los platos y recogí la cocina. Me puse un vestidito blanco muy mono.
Hice todo lo que me había dicho la tarotista que hiciera. Y estaba nerviosa. Cómo si realmente fuera a tener una conversación seria con mis padres. Sin embargo, cuando hice la confrontación estuve muy tranquila y siento que pude decir todo lo que quería decir y fue bueno, porque cómo le hablaba a las fotografías, nadie me podía interrumpir ni rebatir. Me pude expresar bien y decir cosas que nunca les había dicho antes.
Protegí el piso con cartones y romí las sandías con el bate en la cocina. Dejé todo hecho un desastre y me fui a dormir agotada pero satisfecha de al fin haber comenzado la magia.

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